Monday, July 03, 2006

Del libro, "La Buena Madre, Enriqueta Aymer de la Chevalerie, fundadora de la Congregación de los Sagrados Corazones" por María de Echarri. Capítulo VIII Picpus . - La Virgen de la Paz.

Primera parte.

Vamos a hablar ahora del gran tesoro de la casa de París: Nuestra Señora de la Paz, de esa devoción tan dulce, tan hermosa, tan llena de cosuelo, que es patrimonio de la Congregación, y referir de qué modo fue a parar a sus manos la milagrosa imagen. Dice el historiador que dicha estatua es de once pulgadas de altura, de color moreno, más bien negro, y de una madera especial que no se puede precisar. La Virgen Madre está representada en actitud grave y majestuosa: su corona revela su carácter de reina: lleva el Niño Jesús en el brazo izquierdo, y en la mano derecha una rama de olivo…

La imagen era propiedad de la casa nobilísima de los duques de Joyeuse: se dice que en tiempos de Enrique III fue donada a uno de los duques, quien entró en la Orden franciscana con el nombre de P. Angel. Este hizo construir una capilla en su hotel particular, y allí comenzó a darse culto a Nuestra Señora de la Paz. Más tarde, los capuchinos se instalaron en dicha calle: el rey cambió en convento lo que era hospicio, y agrandó la posesión. Hubo de destruirse la capilla y la santa imagen se colocó en la puerta exterior del convento, donde estuvo sesenta años. La tradición cuenta que durante mucho tiempo todas las noches aparecía en aquél lugar una luz brillante. La devoción se propagó rápidamente, y numerosos exvotos proclamaban la protección de la Madre y la gratitud de los hijos.

Uno de los Hermanos capuchinos, Antonio de París, se distinguió por su amor y su esmero en adornar la milagrosa imagen. Al morir predijo que antes de mucho seria Nuestra Señora de la Paz el instrumento del cual se serviría Dios para realizar grandes prodigios y maravillas.

La veneración de los fieles aumentaba de día en día. Muchos sacerdotes y religiosos solicitaron el permiso para llevar la anta imagen a su iglesia. Pero no se podían desposeer de ella a los Padres Capuchinos, y éstos a fin de responder a los deseos de todos, trasladaron la imagen a una capilla cercana de la tumba del Padre Angel, duque de Joyeuse.

Los milagros se multiplicaron. La duquesa de Guisa y Montpensier quiso construir una iglesia: la muerte se lo impidió; pero sus herederos lo llevaron a cabo y el 9 de julio, fiesta suya, Nuestra Señora de la Paz tomó posesión del nuevo oratorio; los reyes, la crte entera le dieron guardia de honor.

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