Thursday, December 04, 2008

Bajo el reinado de Enrique III, perteneció al duque de Joyeuse, conocido después bajo el nombre de Padre ángel, cuando renunciando a las grandezas del siglo, entró donde los Capuchinos. Se alegraba de que Nuestra Señora de la Paz, había sido parte de su herencia. Fue rezando a sus pies que se sintió llamado a la vida religiosa; y, para agradecer esta gracia le hizo construir una capilla en su mansión de la Saint-Honoré. Los religiosos mínimos de Nijon, venían todos los días a celebrar allí la Santa Misa; se permitió la asistencia de los fieles para que puedan así satisfacer su devoción a la Madre del Salvador.
Los Reverendos Padres Capuchinos, no tenían en aquel tiempo sino un hospicio en la calle Saint-Honoré. Enrique III les hizo construir un convento en la misma calle hacia el fin del siglo XVI. Para ello, el duque de Joyeuse donó una parte del terreno que pertenecía a su mansión. Como allí estaba la capilla de Nuestra Señora de la Paz, la demolieron para agrandar el jardín y la Santa Imagen fue colocada sobre la puerta exterior donde permaneció unos sesenta años. Memorias de aquél tiempo cuentan que durante varios años seguidos una luz deslumbradora aparecía la noche en el lugar donde estaba colocada la estatua de Nuestra Señora de la Paz. Muchos fieles venían allí a rezar a la Santísima Virgen, se notó durante varios años consecutivos la presencia de un joven apuesto, que todos los sábados venía a traer flores y rezar a los pies de la Virgen y que en seguida desaparecía sin que nunca se pudo descubrir de dónde venía ni quien era. Todos creían que era un ángel que el cielo mandaba para honrar a María. Esto continuó hasta que la Santa Imagen fue colocada en la Iglesia de los Capuchinos. La marquesa de Maignelay hacia encender cada sábado un cirio de una libra delante de la Imagen de María. En su testamento, ordenó que después de su muerte se siguiera esta piadosa práctica sus últimas voluntades fueron cumplidas fielmente.

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