Thursday, December 04, 2008

La predicción de este buen religioso no tardó en cumplirse. La Santa Imagen estaba todavía colocada sobre la puerta exterior del convento de los capuchinos, cuando, el 22 de julio de 1651, de repente, se oyó sin que se pueda decir a propósito de que, niños y un gran número de personas cantar la Salve con gran devoción.
Se cantaba con tanto entusiasmo; que los fieles que vivían cerca, llegaron y se juntaron con los primeros. La noticia de lo que pasaba fue conocida en la ciudad y los suburbios, llegaron en procesión, pies descalzos, cantando las letanías de la Virgen. Muchos enfermos se hicieron trasladar allí con la esperanza de obtener su curación; su confianza no fue defraudada. El canto de la Salve era a menudo interrumpido por gritos repetidos: ¡milagro! ¡milagro! La noche llegó, pero no impidió la llegada del pueblo que continuo los días siguientes.
Las maravillas obradas por Nuestra Señora de la Paz la hicieron célebre. En todas partes se hablaba de ellas. Un gran número de sacerdotes y religiosos pidieron transportar a sus capillas a la estatua milagrosa, para que allí se la pueda venerar con más decoro y se dirigieron al arzobispo de París para obtener esta autorización. Hubiera sido injusto quitar a los Capuchinos este precioso tesoro. El Reverendo Padre Ángel de Joyeuse, quien fuera el dueño de la estatua de Nuestra Señora de la Paz y que durante toda su vida había atribuido a las oraciones hechas delante de la piadosa imagen las numerosas gracias que había obtenido por su intercesión, estaba enterrado en su iglesia. Se decidió que la estatua de Nuestra Señora de la Paz sería transportada a una capilla cerca de su tumba.

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